domingo, 23 de enero de 2022

Poemas 3

 Oda a tu cuerpo 

(Primera parte)


 1

 



Cuando en ti yo pienso,

te recreo sin la ropa, sin cobijas.

Cuando en mi mente los ojos clavan

su más profunda la mirada,

tu desnudo cuerpo siempre encuentran:

eres perfección que irradia

en mi iris y mi pupila el néctar

que fluye por mis órganos todos

del placer, del orgasmo, de la vida.

 

Tu cuerpo llena de caricias mis extasiados ojos,

tu cuerpo danza entre mis poros,

tu cuerpo reverdece mis dedos, mi piel, mis sentidos.

 

Pensar en ti es pensar fuera de la mente,

pensar en ti, desnudo, en el ardiente sol,

en el desnudo de los árboles y del pasto,

en el cielo azuladamente tan desnudo,

en solo tu cuerpo y nada más que tu cuerpo.


 

2

 

 

Solo en tu cuerpo pienso.

Entre tu piel mi día amanece.

Respiro de tu olor la imagen,

duermo con el sonido de tu cuerpo

la más tranquila noche de placer.

 

Solo, solo en tu cuerpo mi piel respira,

dolo con tu cuerpo mi corazón se agita,

solo, solo con tu aliento tengo

de la frescura el tacto, la caricia.

 

En tu cuerpo mi piel amanece,

con él no terminan ni el día ni la noche,

con él la nostalgia nunca aparece,

es tu cuerpo mi refugio, mi santuario.


 

3

 

 

Cada día sueño más

con tu cuerpo preso entre mis manos

que por él deslizan de los dedos los sentidos.

No puedo dormir sin tu piel que me cobije,

no puedo comer sin percibir en mis labios tu sabor,

no puedo vivir sin escuchar a mi lado tus latidos.

 

Cada día más tu cuerpo se me entierra,

cada día más tu cuerpo me canibaliza.

En cada gota de sudor de tu cuerpo el reflejo,

en cada gota que bebo y respiro,

hay de tu cuerpo la presencia,

de tu piel los irresistibles los gemidos.


 

4

 

 

He creído con firmeza

que al cerrar mis pupilas

de tu cuerpo escaparía el recuerdo,

mas no existe modo alguno,

ni el refugio en la más apartada gruta,

ni esconderse en el más santo monasterio,

de apartar de tu cuerpo la viva imagen.

 

No puedo, no puedo

sin tu cuerpo mi cuerpo desaparece,

en arena que por el desierto riega

su unidad, su corporeidad, su existencia,

se transforman sin remedio.

Abandonarlo ya no puedo,

cancelar su recuerdo en mi recuerdo imposible es.

 

Lo miro en la oscuridad,

lo miro con los ojos bien cerrados, 

lo miro aunque al vacío lance

de mi cuerpo la cordura,

aunque cerrojos ponga a mi recuerdo,

aunque entre ruido o en medio del silencio yo deambule.

 

Abandonarlo no lo puedo.

Es mi guía, el albatros que la costa a me indica,

la flor que solo en una cima nace,

el rayo de luz que se filtra hasta mi hombro

y me salva, me conduce, me conmueve.

Es tu cuerpo encierro, cárcel, mi último destino.


 

5

 

 

En tu piel, mi deseo impacta

la ardorosa pasión que me consume,

en tu piel, mi cuerpo se desvanece

y a ella integra de mi piel el vívido ardor.

 

Vibro con cada gota de tu cuerpo,

humedezco mi nostalgia al imaginarlo,

en espera, sin la ropa, acariciante.

Y me hundo entre caricias y lo acaricio

y emerge del acto la esperanza,

del acto el añorado y más profundo el contacto.

 

A partir de tu  cuerpo el mío imagino

y me veo y me siento como a ti te veo:

desnudo, inventado por mis manos, por mis labios.


 

6

 

 

Desciende de tus piernas la prisión de tela

y se eleva de tu pecho la desesperante cárcel.

En seguida, tu piel expuesta a la mirada

consume mi terrible desesperación

y en vertiginoso viaje mis manos te recorren,

mis manos lamen toda tu ardiente piel

y mis labios tocan milímetro a milímetro tu magnífica la piel.

Con mis ojos bebo la imagen de tu cuerpo,

con ella hidrato de mi ansia el vacío.

Ya sin oscuras llamas o brillantes las cenizas

tu cuerpo queda expuesto, ¡jubileo!


 

7

 

 

No, no hay razón para el olvido

de tu cuerpo, de su desnuda piel entre mis labios

de tu desnuda, completamente desnuda piel entre mis manos.

 

No, no hay razón,

no, no hay posible olvido:

tu cuerpo con el café, tu cuerpo en el espejo,

tu cuerpo al levantarme y durante la vigilia

que en mí provoca su larga ausencia,

y caminando y durmiendo y sentada,

tu cuerpo mi cobijo, tu cuerpo en el tibio aire que respiro.

 

No, no hay razón,

no, no hay posible olvido,

no, no hay escape, liberación:

tu cuerpo a me envuelve,

tu cuerpo me rodea, tu cuerpo a me acaricia…

Todo, todo el día tu cuerpo me acaricia

y sin él no duermo, sin él no vivo.


 

8

 

 

En este mundo de agudas las tristezas,

tu piel inunda y desaparece todas las fronteras.

No encuentro más obstáculos,

con tu piel sin rejas ni cerrojos

nada mi voz detiene:

canto con os agrestes los jilgueros,

entre hábiles canarios trino,

con las calandrias yo a Orfeo homenaje hago.

Y es mi canto a tu cuerpo oda,

a tu cuerpo escrito pentagrama

en los tan hermosos cuerpos de las Musas,

cuerpo de tu cuerpo en mi cuerpo,

cuerpo de tu cuerpo en los cuerpos de las Musas,

inspiración que mi pluma la remonta,

afilado garfio, la total la ganzúa, llave

que todo abre, todo lo libera,

la piel que a la guerra la derrota,

la paz que a me llega.


 

9

 

 

Mirarte a veces basta:

tu desnudo cuerpo ante mi anhelante cuerpo,

mas tocarte es el exceso que me penetra,

el que a me deja en éxtasis.

Por él soy el mundo entero,

sus palomas en el aire al flotar,

agua que corre lamiendo superficies,

aire que su aliento lleva incluso a grutas y escondrijos,

vida que se esparce por todos los rincones.

Mirarte a veces basta, a veces,

mas al tocarte definirse es imposible:

te toco, te toco, a me tocas,

¡la locura a mi cuerpo ha llegado!


 

10

 

 

¿A mí quién me para?

Solo de tu cuerpo la realidad,

solo de tu cuerpo el calor de su caricia,

solo de tu cuerpo la mirada sobre mi cuerpo.

A tu lado de voluntad carezco,

a tu lado la fecha olvido,

el lugar, las circunstancias, la ropa olvido.

No puede haber otro instante, no,

tu piel es el único instante,

tu piel es el único sitio,

tu piel la unívoca la circunstancia,

entre tu piel, la piel

¿a mí quién, quién me para?


 

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